miércoles, 29 de mayo de 2013

Diario De Una Camarera (1900), Octave Mirbeau

¿A quién puede no apetecerle leer una lúdica y picaresca novela, escrita por una sencilla y humilde doncella de servicio? En realidad, de humilde e inocente tiene poco esta tipa, más bien lo que hace es ejecutar un ejercicio de malvado voyerismo por las entrañas de la alta sociedad francesa de finales del siglo XIX, también conocido como La Belle Époque. Un periodo de entreguerras, donde entre tumultuosas circunstancias, se entremezclaban el violento ascenso de los movimientos políticos obreros, que clamaban por una reestructuración del sistema, mediante asociaciones prontamente proscritas, con el desenvolvimiento de la ciencia al servicio de “el estado del bienestar”. El Art Nouveau, influido por exóticas y sensuales imágenes, que abrumaba el frágil espíritu de una decadente sociedad burguesa, también vio la luz en aquellos tiempos. Pero hubo más. La esperanza ante la incertidumbre del nuevo siglo que se estrena, jugó contra la desgana y el desprecio por el hombre intelectual. En fin, cientos de frentes, miles de brechas abiertas para todos los gustos. Conflictividad a flor de piel… ¡la alegría de vivir!

Celestine es una sirvienta nada dócil que, situando la acción principal en la última casa en que está sirviendo, la de los provincianos y psicóticos Lanlaire, va recordando, entre ensoñaciones nostálgicas y ácidos y sarcásticos comentarios, cada una de las casas por las que ha ido prestando sus servicios, junto a sus peculiares amos y madames, cada uno más salvaje, patético y enfermizo que el anterior. Al tiempo que va aireando los rincones más sucios de alcobas y estancias, va exponiendo relatos de toda índole sexual, moral, y hasta criminal, que apostilla con su afilado juicio. Uno de los más impactantes es aquel en el que relata su relación, de servicio, con un joven moribundo, contratada por la abuela de este. El pobre tuberculoso desea “cuidados de primera clase”, en una buena mansión costera preparada para su mejor y más pronta recuperación. No obstante, recibe altas dosis de perversas maniobras con un desenlace desesperado, agónico, a la manera de la literatura romántica más exacerbada. También recuerdo con cariño una historieta, con un abate rural, conservador y manipulador hasta la nausea como protagonista, y una extraña peripecia que le ocurre a una de sus feligresas. Y muchas otras historias que no es plan de ir desvelando. Mejor leed el libro.
El autor, Octave Mirbeau, personalidad controvertida y pendenciera de su época, no gustaba separar sus ficciones de la realidad, al parecer, y en esta sátira social se despacha a gusto contra esa deshumanizada burguesía, enfrentándola con su enemigo natural: los sirvientes, que también llevan su carga, no obstante, por su falta de moral y sus fatales pretensiones medradoras, que les convierten en feroces y repulsivos adversarios de si mismos. Un clásico y, tristemente veraz, retrato de la clase obrera de toda época, para entendernos. Hoy más que nunca (o quizá no, pero no puedo hablar de otra época fuera de la que me toca vivir) los trabajadores de toda condición, incluidos esos autónomos emprendedores tan a la moda hoy, por fuerza, deslumbrados por los falsos brillos del diamante capitalista, sucumben a los valores más mezquinos y extraños a su clase. Por tanto esta sería una lectura ejemplar para alumnos de secundaria. De escuela pública preferiblemente, porque a los de la otra, mejor dejarlos en la ignorancia ante las diabólicas mentes del servicio. 
Aparte de toda esta descriptiva y morbosa trama, se debe destacar la perfecta ubicación temporal de la obra, con la continua referencia al caso Dreyfus, y a las asociaciones antisemitas francesas, contra las que se arremete de una manera sutil e ingeniosa. Otro tanto le pasa al represor clero que padecieron en la época. Para mí, una novela muy entretenida, dinámica e instructiva. Si cae en vuestras manos, no dudéis en dedicarle unas agradables horas de lectura.

Casualmente, y sin mucho interés, vi, tras haber leído el libro, una de las tres adaptaciones cinematográficas que se han hecho de esta obra. La de Buñuel. Y, efectivamente, como dice la habitual coletilla que enfrenta libros con películas, un fiasco. Aparte de acabar con un final distinto, que se acepta como una licencia del director, me da la impresión que no consigue transmitir la riqueza de la síntesis que hace Celestine de su entorno. No soy muy aficionado al cine, pero en mi opinión, se queda en un producto superficial, que desmerece mucho al libro. 

Nota: Al momento de revisar este comentario, meses (quizá más de un año..) después de haberse escrito, estoy a punto de empezar la lectura de El jardín de los suplicios, la otra novela cumbre de Mirbeau. Os confieso que ardo en deseos, pues este hombre tiene una mente bien retorcida, y a uno, que es un poco pervertido, le encanta mirar..