“Los Cosacos”, Lev Tolstói
La lectura de
este libro me provocó sentimientos encontrados. Me explico. Siendo yo un burdo iletrado
(sic), la minuciosa descripción de los idílicos parajes del Cáucaso, de sus
blancas montañas, y sus sencillos habitantes, se me antojaba tan interesante
como el análisis de eventualidades, durante la cría del cangrejo bivalvo. Y en
esto se pasa el bueno de Tolstói, durante gran parte de esta novela. Yo,
esperaba encontrarme una novela, poco menos que de atroz acción bélica entre feroces
pueblos se nutriera, sin embargo, aunque estas partes de acción también se
encuentran en tímida y romántica medida, la verdadera lectura de la obra va más
allá, tirando más hacia una síntesis del significado de la vida. En esta
historia basada en vivencias del propio Tolstói, de cuando intentó escapar de
la vida disoluta de su juventud, perdido por los vicios en el excitante y
nobiliario Moscu, se intenta encontrar la búsqueda de la felicidad, el modo de
llenar una existencia vacía mediante actos filantrópicos, reflexión
introspectiva, y admiración y asimilación de la simplicidad y magnitud de la
naturaleza.
Así parte el
cadete Olenin, desde la capital rusa,
rumbo a un lejano paraje fronterizo caucásico donde es destinado, dejando atrás
toda esa vida de artificio e hipocresía, para encontrar la sencillez de la vida
de unos embrutecidos, pero nobles guerreros, los cosacos, en continua bronca
con los mezquinos y acechadores chechenos, por esos “quiteme allá esas pajas” territoriales
de toda la vida, ya saben.. En toda historia tolstoiana que se precie, al
parecer, encontramos una historia de amor, o más bien, un obscuro objeto del
deseo y la obsesión con un final tirando a trágico. En este caso protagonizada
por la joven Mariánushka, huidiza y
misteriosa, a partes iguales, junto al aguerrido joven Lúkashka, apuesto y heroico cosaco local. Otros personajes se
entremezclan, derrochando filosofía de lo cotidiano, disquisiciones
etnográficas de la región, y costumbrismo, que dotan a la obra de un
encantador, campechano, bucólico aroma, que pacifica y relaja el espíritu, cosa fina, oigan.
En resumen, una
novela menor, que no profundiza, en demasía, en ese afán por el conocimiento de
los misterios de la vida, pero resulta agradable de leer, dinámica. Un recomendable
cuento para una lectura veraniega. O quizá un entremés, entre dos espesas obras
de arduo contenido político-filosófico, como las que estamos hechos a leer, y
algún día, cuando nos pille calientes, comentaremos en este blog.
Caruty
veratxu, si quieres ostias a tutiplen, aventuras y cruentas batallas relacionadas con los cosacos prueba con Taras Bulba o Miguel Strogoff.A mí me han entrado ganas de leerlo después de lo de bucólicos paisajes del Caúcaso
ResponderEliminarMe congratula enormemente que leas al bueno de Tolstoi. Ánimo y a por Guerra y Paz.
ResponderEliminarUn admirador vuestro.