Diario
De Una Camarera (1900), Octave Mirbeau
¿A quién puede no apetecerle leer una
lúdica y picaresca novela, escrita por una sencilla y humilde doncella de
servicio? En realidad, de humilde e inocente tiene poco esta tipa, más bien lo
que hace es ejecutar un ejercicio de malvado voyerismo por las entrañas de la
alta sociedad francesa de finales del siglo XIX, también conocido como La Belle Époque. Un periodo de
entreguerras, donde entre tumultuosas circunstancias, se entremezclaban el
violento ascenso de los movimientos políticos obreros, que clamaban por una
reestructuración del sistema, mediante asociaciones prontamente proscritas, con
el desenvolvimiento de la ciencia al servicio de “el estado del bienestar”. El Art Nouveau, influido por exóticas y sensuales
imágenes, que abrumaba el frágil espíritu de una decadente sociedad burguesa,
también vio la luz en aquellos tiempos. Pero hubo más. La esperanza ante la
incertidumbre del nuevo siglo que se estrena, jugó contra la desgana y el
desprecio por el hombre intelectual. En fin, cientos de frentes, miles de
brechas abiertas para todos los gustos. Conflictividad a flor de piel… ¡la
alegría de vivir!
Celestine es una sirvienta nada dócil
que, situando la acción principal en la última casa en que está sirviendo, la
de los provincianos y psicóticos Lanlaire, va recordando, entre ensoñaciones
nostálgicas y ácidos y sarcásticos comentarios, cada una de las casas por las
que ha ido prestando sus servicios, junto a sus peculiares amos y madames, cada
uno más salvaje, patético y enfermizo que el anterior. Al tiempo que va
aireando los rincones más sucios de alcobas y estancias, va exponiendo relatos
de toda índole sexual, moral, y hasta criminal, que apostilla con su afilado
juicio. Uno de los más impactantes es aquel en el que relata su relación, de
servicio, con un joven moribundo, contratada por la abuela de este. El pobre
tuberculoso desea “cuidados de primera clase”, en una buena mansión costera
preparada para su mejor y más pronta recuperación. No obstante, recibe altas
dosis de perversas maniobras con un desenlace desesperado, agónico, a la manera
de la literatura romántica más exacerbada. También recuerdo con cariño una
historieta, con un abate rural, conservador y manipulador hasta la nausea como
protagonista, y una extraña peripecia que le ocurre a una de sus feligresas. Y
muchas otras historias que no es plan de ir desvelando. Mejor leed el libro.
El autor, Octave Mirbeau, personalidad
controvertida y pendenciera de su época, no gustaba separar sus ficciones de la
realidad, al parecer, y en esta sátira social se despacha a gusto contra esa
deshumanizada burguesía, enfrentándola con su enemigo natural: los sirvientes,
que también llevan su carga, no obstante, por su falta de moral y sus fatales pretensiones
medradoras, que les convierten en feroces y repulsivos adversarios de si
mismos. Un clásico y, tristemente veraz, retrato de la clase obrera de toda
época, para entendernos. Hoy más que nunca (o quizá no, pero no puedo hablar de
otra época fuera de la que me toca vivir) los trabajadores de toda condición,
incluidos esos autónomos emprendedores tan a la moda hoy, por fuerza,
deslumbrados por los falsos brillos del diamante capitalista, sucumben a los
valores más mezquinos y extraños a su clase. Por tanto esta sería una lectura
ejemplar para alumnos de secundaria. De escuela pública preferiblemente, porque
a los de la otra, mejor dejarlos en la ignorancia ante las diabólicas mentes
del servicio.
Aparte de toda esta descriptiva y morbosa
trama, se debe destacar la perfecta ubicación temporal de la obra, con la
continua referencia al caso Dreyfus, y a las asociaciones antisemitas francesas,
contra las que se arremete de una manera sutil e ingeniosa. Otro tanto le pasa
al represor clero que padecieron en la época. Para mí, una novela muy
entretenida, dinámica e instructiva. Si cae en vuestras manos, no dudéis en
dedicarle unas agradables horas de lectura.
Casualmente, y sin mucho interés, vi,
tras haber leído el libro, una de las tres adaptaciones cinematográficas que se
han hecho de esta obra. La de Buñuel. Y, efectivamente, como dice la habitual
coletilla que enfrenta libros con películas, un fiasco. Aparte de acabar con un
final distinto, que se acepta como una licencia del director, me da la
impresión que no consigue transmitir la riqueza de la síntesis que hace
Celestine de su entorno. No soy muy aficionado al cine, pero en mi opinión, se
queda en un producto superficial, que desmerece mucho al libro.
Nota: Al momento de revisar este
comentario, meses (quizá más de un año..) después de haberse escrito, estoy a
punto de empezar la lectura de El jardín
de los suplicios, la otra novela cumbre de Mirbeau. Os confieso que ardo en
deseos, pues este hombre tiene una mente bien retorcida, y a uno, que es un
poco pervertido, le encanta mirar..
No hay comentarios:
Publicar un comentario