viernes, 22 de febrero de 2013


Años Inolvidables (1966), John Dos Passos.

Últimamente me está apeteciendo mucho leer libros donde pueda encontrar impresiones sobre España, sea cual sea la época, desde la óptica de un extranjero. Dicho sea de paso, estoy abierto a sugerencias, a través del apartado llamado “comentarios”.
Con este reclamo empecé a leer esta obra. El autor, americano y desconocido hasta ahora para mí, poseedor de una amistad con Hemingway que tuvo un final agridulce, llevó una juventud rebelde y hasta contestataria, participando, entre otras causas, en defensa de los injustamente condenados Sacco y Vanzetti,  pero que sin embargo, llegó a una madurez más bien escéptica, y hasta reaccionaria, desengañado por los múltiples fracasos que atesoraron las izquierdas en Europa, principalmente.
Lo cierto es, que lejos de profundizar en opiniones muy rebuscadas en relación a lo que a nuestra piel de toro de refiere (hasta hay una errata, señalada por el traductor, retrasando, nada menos que un mes, la fiesta en honor al célebre patrón de Pamplona) si se dan buenas pinceladas acerca de la idiosincrasia más costumbrista de nuestros compatriotas de la época (años 20-30 del s.XX), narrando algunas peripecias de la mano de Unamuno o Machado, por ejemplo, o algún interesante pasaje de nuestra historia, como la salida del trono de Alfonso XIII, y el ambiente que se respiraba en las calles de Madrid.  
El libro es, en realidad, como su propio título sugiere, una bucólica rememoración de acontecimientos sucedidos al propio autor, al menos, una treintena de años antes de la materialización de este trabajo, con todo lo que ello conlleva: una (probable) deformación de la realidad, aderezada con nostalgia de abuelo que busca congraciarse con el pasado, rebuscando en el baúl de los recuerdos, otro tiempo que siempre fue mejor. ¡Y vaya si lo fue!  Que envidia da el ritmo viajero que debió llevar este señor.
Empezando por su confusa militancia pacifista, como camillero por la Francia e Italia de la I Guerra Mundial, hasta peregrinas excursiones por Oriente Medio, travesías transdesérticas incluidas, sobornando árabes convulsos y conspiradores, y oyendo “la cadencia del rezo musulmán”, y sin evitar pasar de puntillas por la Rusia post-revolucionaria, donde Stalin empezaba a hacerse fuerte, y él relata someramente, pros y contra de la política soviética. Entre viaje y viaje, aparte de escribir libros para ganarse el sustento, pasaba cómodas y ociosas estancias en Nueva York, o en un lugar de recreo llamado Key West, en la península de Florida, donde alternaba con un abrumador exceso de personajes, de la farándula, la literatura, el arte o la política, irrelevantes en su mayoría. Si, amigos. Tantas presentaciones precipitadas, ahogan al más pintado (lector).
En este último lugar de recogimiento es donde más se acerca, y paradójicamente más se aleja, de Hemingway, con quién comparte aventuras pesqueras. También goza de otras, más bien ludico-gastronómicas en nuestro país. Este es el segundo reclamo oficial del libro, al parecer, y lo que suscita unas reflexiones personales, las únicas prácticamente, del autor, que fueron las que me animaron a mí a hacer este comentario sobre el libro, que en un principio no contemplaba.
En definitiva, un libro bien interesante en lo que a relatos maravillosos se refiere, por la riqueza, el realismo, y el ritmo del autor, y que me ha motivado algunos buenos intereses personales, así como un conocimiento bastante general acerca de lo que vende la editorial que trata el libro.