miércoles, 14 de agosto de 2013

Franco Me Hizo Terrorista (2003), Stuart Christie.

La primera vez que oí hablar de Christie, fue tras la lectura de “Nos estamos acercando. La historia de Angry Brigade” de La Felguera Ediciones, pues era un sospechoso habitual continuamente hostigado por la policía, por sus contactos y declarada militancia anarquista, que intentaba involucrarlo, a toda costa, en las acciones de los furiosos brigadistas. Christie, escocés, y activista desde su más tierna juventud, relata en esta segunda parte de su trilogía autobiográfica, como su conciencia se debate desazonada, ante el panorama de sufrimiento y opresión que vive el pueblo español, tras la guerra civil, bajo la bota de ese regio hombre, de voz aflautada, que añoraba tiempos de gloria nacional, católica y romana, y dirige el destino de sus súbditos con guante de guillotina.

Pues bien, Christie, con la juventud inflamada, el cúmulo de canciones de gesta oídas a sus mayores, y el miedo abandonado en algún rincón renegrido por las chimeneas de carbón de su Glasgow natal, nos regala en esta trepidante, a la par que árida en recursos literarios, novela del más puro estilo de acción, como se lanza raudo a la insólita aventura de transportar material explosivo, propiedad de la red de exiliados españoles en Francia, opositores clandestinos al régimen (aunque sobradamente controlados por él y sus no declarados colaboradores), desde el extrarradio parisino al mismísimo kilómetro cero de la capital del Imperio, con el fin de abastecer a la resistencia en su casto objetivo de acercar al caudillo, por vía rápida y sin paradas, al Santo Creador, fuente indudable de inspiración para si mismo. El final del dictador ya se conoce de sobra. El de Christie, algo menos. Y ello es lo que desentraña este libro que nos ocupa: la enriquecedora experiencia personal de conocer el más puro sentimiento del alma castiza. Aunque en su versión más amarga: dentro de un penal de la Dictadura.
Dicho sea de paso, se conoce que en esta triste época de nuestra historia, era en la cárcel donde uno mejor podía confraternizar con la vanguardia de la política antifranquista, e incluso del pensamiento y la cultura. A lo largo del libro se van narrando un sin fin de anécdotas relativas a la picaresca que acontecía en la cárcel, como la historia de un gitano, internado en la enfermería, por tragarse una rata viva, por una apuesta de veinte pesetas, o las cómicas aventuras de dos improvisados toreros. Es patente la repulsa de Christie, como ciudadano sensible y cabal, por la fiesta nacional, y las no pocas refriegas que ello le acarreo entre el lumpen ibérico. El estudio pormenorizado de Christie hacia la personalidad “desvergonzadamente chauvinista, alegre, individualista, contradictoria, y particularmente antioficialista” de los españoles, se manifiesta por todo el libro, junto al confuso sentimiento de aceptación que vivió por el resto de reclusos, que llegaron a apreciarle, pero no le tomaban muy en serio, porque claro, eso de venir de tan lejos a acabar con el “problemón” interno que teníamos encima, nunca termina de aceptarlo un español de raza.. ¡Pues no faltaba más! También se da  repaso a multitud de personajes históricos, cada uno con sus circunstancias, como el nazi Otto Skorzeny, creador del oscuro y secreto Grupo Paladín, asociación para la extorsión y asesinato de militantes de izquierda, por medio mundo. E incluso se menciona la carrera e implicaciones de un buen número de esos militantes ácratas que luchaban por el fin de la Dictadura, de fronteras para afuera, como Octavio Alberola. Los capítulos de rivalidades con los comunistas, también son de traca.

En general, y salvando la tragedia, Christie ofrece una imagen positivista de este periodo de tres años (fue amnistiado en 1967, principalmente por intereses políticos del régimen, que empezaba a considerar la mejora de su imagen en el exterior, entre otras muchas estratagemas) donde gracias a ser extranjero no sufrió el mayor de los rigores del trato penitenciario, en manos de falangistas, clero vil y otros subproductos fascistas.

Lo más relevante es la modificación de su carácter, las diferencias que fue observando y cómo las analizaba siempre para mantenerse en guardia con el entorno, con los tipos que frecuentaba. Todo ello inevitablemente influido por la perspectiva primera de pasarse veinte años “a la sombra”, y cómo la rabia evoluciono a deseos por salir adelante en esa situación adversa. El paso por la privación de libertad es algo que no se desea a mucha gente. A mucha menos de la que le sucede.


En cualquier caso, se agradece a Christie que encontrara las ganas para rememorar esta historia, ejemplo de determinación y de lucha ante las adversidades, y que nos la contará, pues sin este tipo de libros, esta y otras muchas historias no tendrían difusión, ya que nuestros medios de información no parecen muy interesados en ellas, salvo en alguno de esos canales que nadie ve, y siempre bien embadurnado de un barniz de pasado rancio y romanticismo bobalicón, porque ya sabéis, chavales, que no son modelos a imitar, sino recuerdos del ayer, y que aquí se vive de puta madre, (aunque un poco apuradillos últimamente, habremos de arrimar el hombro y tal..) y eso de luchar por tus convicciones es de losers total. ¿O no? Pues eso...