THE SECRET LIFE OF A TEENAGE PUNK ROCKER. THE ANDY BLADE CHRONICLES.
Señoras y
caballeros: este humilde sitio ha decidido ampliar horizontes; no, no, eso no
quiere decir que vayamos a subir nuestro ritmo de lecturas. Ante todo somos
gente relajada y alejada del mundanal cyber-ruido. Simplemente hemos pasado a
mostrar aquí nuestras impresiones sobre un libro en inglés; SIIIIII!!!!!, en el
idioma del Imperio y de su máxima vocera Esperanza Aguirre!!!!. Pero amigos, es
que no se trata de un libro cualquiera. Para empezar hay que señalar que se
trata de un libro de punk, y el punk es algo que me fascina hasta límites de
perdida de tiempo insospechados. Pero tampoco se trata de un libro de punk
cualquiera; no es el enésimo ensayo de pseudos intelectualoides que viene a
contarnos las bondades del Situacionismo pero tampoco es una reunión de
porteras drogadictas neoyorquinas narrándonos lo mucho que han contribuido a
salvar el Rock’n’Roll. No!!!, este libro es mucho más, es la autobiografía de
Andy Blade, el cantante de uno de los mejores grupos que la humanidad ha dado,
EATER, que aunque seas un bobo y un pedorro y por ello no te gusten, tendrás
que reconocer que son el paradigma de lo que debe de ser un grupo de punk.
Pero tampoco nos
encontramos ante una autobiografía al uso. Para empezar no tiene pinta de haber
sido escrito por un “negro” al estilo de la sinpar Ana Rosa, para seguir, no
hay rastro de la menor autoindulgencia, vamos que no se trata del típico libro
donde el autor es muy bueno y lo demás son muy malos y tontos, además nuestro
amigo Andy no tiene pelos en la lengua, no esconde absolutamente nada de lo que
piensa sin importarle lo más mínimo las posibles consecuencias.
Eso sí, la
estructura del libro es clásica en las biografías de un tiempo a esta parte,
sigue orden cronológico pero salpicadas con anécdotas sobre episodios concretos,
desde la infancia de Blade y sus hermanos en Finchley hasta la catarsis final
ya en el siglo XXI. En ese sentido me recuerda a la también genial
autobiografía de Ricky Gil, cantante y bajista de los no menos geniales
Brighton 64.
En definitiva, a
través del libro vamos asistiendo a divertidas anécdotas e interesantes
reflexiones del autor.
Como hemos dicho
el libro empieza con la infancia de nuestro protagonista, que como suele
gustar, aúna elementos típicos con episodios más bizarretes. Miembro de una
familia de clase obrera con varios hermanos, sufrió el típico divorcio entre
sus progenitores. Hasta aquí más o menos normal, pero el señor padre era
egipcio, y aunque de costumbre más o menos relajadas, musulmán; de hecho, como
os podéis imaginar, el interfecto no salió de la maternidad como Andy Blade,
sino como Ashruf Radwan, y se por experiencia que tener un nombre raro no es
fácil de llevar cuando se es un joven imberbe, si ya va acompañado de ese
apellido pues imaginaros. Por lo demás, tampoco parece que el señor Andy
llevase una pubertad tan distinta de cualquier chaval de clase obrera raruno:
peyas del cole, gamberradas varias, hurtos menores y cervezicas, y el rock´n´roll
claro esta. Más concretamente el Glam, que era lo que tenía obnubilado a buena
parte de la chavalería de la época, ya sabéis, principios mediados de los 70.
Así, batallita
tras batallita, gamberrada tras gamberrada, robo tras robo, nuestro pequeño héroe,
monta una banda, que tiene la inmensa fortuna de estar en el sitio adecuado en
el momento adecuado, ya que coincide con los primeros escarceos del punk
británico y la puesta en el mapa de los Sex Pistols. De esta manera, Eater
llama la atención de la aún en pañales escena punk, entre otras cosas, por la
juventud de todos sus componente, ninguno de ellos pasaba de los 16 años. Esta
claro que un grupo como Eater sería imposible que surgiera hoy en día en
Madrid, no ya por una cuestión de moda o geografía, sino porque les sería
imposible tocar en algún lado que no fuese una casa ocupa, gracias a las
tolerantes leyes de nuestro querido ayuntamiento.
Pero volvamos al
Londres del 76/77, a partir de aquí viene lo mejor del libro para quien esto
escribe, y es que nos surgimos de lleno en el mundillo del punk londinenese,
con sus grandezas y con sus miserias. A través del prisma de Andy se nos
muestra un sinfín de anécdotas en las que casi nadie sale bien parado, se le
nota un poso de amargura por lo que pudo ser y no fue, tanto para hablar de su
banda como para hablar de toda la escena punk, haciendo gala del típico cinismo
inglés que resulta muy divertido y grato de leer. Todas las batallitas y sus
posteriores reflexiones merecen la pena, sobretodo porque como he dicho antes,
Andy del primero que se ríe es de si mismo y de su banda, y porque además sus
filias y sus fobias no le impiden ser objetivo y sincero. Así por ejemplo vemos
que siente mucha simpatía por Joe Strummer, pero eso no le impide reconocer que
los Clash caían en continuas contradicciones y que detrás de su discurso pseudo-marxista
se escondía un afán por convertirse en las típicas estrellitas de Rock.
Por otro lado,
Johnny Rotten y él no se profesaban simpatía alguna, entre otras cosas, por las
declaraciones en las que decían que los Pistols eran demasiado viejos, por ser
Eater del círculo de los Damned y también por ciertos líos de Andy con la novia
de Johnny (y luego mujer) y además madre de Ari Up (cantante de las Slits con
la que Andy también se llevaba a matar), pero eso no le reprime de decir que
los Pistols fueron la banda más grande de la época, que sin ellos no hubiera
habido nada y que Johnny Rotten fue la voz de su generación, más allá del punk
neoyorquino, aún siendo Blade fan irredento de los Ramones.
Punk neoyorquino
al que Andy le mete palos serios y deja claro que si no llega a ser por la
explosión del punk británico, no hubiera salido de sus madrigueras del CBGB o del
Max Kansas, vamos, que no hubiese salido de su estatus de grupetes de culto
para una minoría de pijos pedorros hedonistas. Como muestra el demoledor y
acertado párrafo. Lean y déjense ya de chorradas de Nueva York, decadencia
rockanrolera y de Mátames varios:
The whole New York
‘invasion’ was quite hilarious really. Besides the RAMONES who were fantastic,
regardless of any baggage they brought with them the rest of the cast were
merely has-been junkies trying to latch on to a new scene for the chance of a
second and hopefully more lucrative bit of the cherry. Their vision of the London scene was no
better than that of the Daily Mirror. (…) if the UK punk rock scene hadn’t been
invented at this point in musical history, would the New York scene really have
infiltrated these shores successfully?. Would it have been the same?. (...). I
don’t think so.
Anécdota tras anécdota pasa el período punk con la disolución del grupo y
el rápido desencanto de Blade tanto con Eater como con el punk en general. Y
nuestro bien querido protagonista hace lo peor que pudiera hacer cualquier
persona cabal, meterse en el mundillo jipi que le arrastrará poco a poco a una
deriva de drogas en la que terminará enganchado al caballo. A partir de aquí
poco más saldrá reflejado el punk, a excepción de la moda de los conciertos
reuniones, de Eater, de los Pistols y de unos cuantos más, con motivo del 20
aniversario del punk, y como siempre, lo hace para reírse con un toque amargo y
de decepción de él mismo, de sus acólitos, de sus compañeros de generación y de
los pajeros como yo, que solemos disfrutar con este tipo de reuniones de
abueletes punkis.
Pero aunque el protagonismo del punk desaparezca, el libro sigue siendo
divertido, aleccionador y entrañable. Como decía por ahí arriba termina metido
en problemas con la heroína (pero lejos de la versión glamurosa y decadente de
las estrellitas del rock), lo cual le lleva a hacer un bizarrísimo viaje a
Oriente Medio a purgarse (el padre de Andy es de origen egipcio), a través de
uno de sus hermanos, el cual se ha convertido en un fanático del Islam (y que
le lleva a conocer a Cat Stevens, por cierto), se ve envuelto en relaciones
tormentosas que degeneran en un ‘affaire’ amoroso de drama fílmico que le
llevara a romper la amistad con Brian Chevette, guitarra de Eater y amigo desde
la infancia. Todo esto, como hemos dicho anteriormente, jalonado del típico
humor inglés, que a pesar de lo dramático de la situación y de lo jodido del
momento, logrará arrancarte una sonrisa.
En definitiva, Andy cumple el requisito que toda autobiografía necesita
para ser creíble: es auto-crítico, objetivo y no se deja llevar por afinidades
personales.
Vamos, que para ir terminando, este es un libro que todo aficionado al
punk o a la música en general, debería de leer. Siempre es agradable leer la
otra cara del mundillo musical, no esa jalonada de exitazos, estadios, hits y
programas de televisión, sino la de aquellos grupos que alcanzando cierto
status mítico con el paso del tiempo, no sacaron demasiado dinero, ni fama, y
por eso mismo no se vieron corrompidos. Desgraciadamente, al parecer no es un
libro de fácil acceso, parece ser que en Amazon cuesta un riñón y que es
difícil de encontrar. Yo no tuve ese problema, las ventajas de montar
conciertos deficitarios a viejas glorias del punk. Aunque el bueno de Andy
critique a los revivalistas como yo, bien que se lo paso correteando por el Wurlitzer
detrás de las chavalas después del único concierto de Eater en Madrid, y
gracias a eso, los organizadores nos llevamos cedeses, camisetas y por supuesto
la autobiografía de este genio del Punk.
Ravishing Punk.