CLAUDIO EL DIOS Y SU ESPOSA
MESALINA.
Como ya dije, el que avisa no es
traidor, y me dispongo a destriparos la segunda parte de la obra de Robert Graves
donde se dedica a desglosar las aventuras y desventuras de nuestro querido
Claudio, el emperador-historiador de la dinastía Claudia, en los primeros
tiempos del Imperio Romano.
En principio el libro debería de
comenzar justo donde dejamos su precuela, pero no, Graves nos brinda un primer
capítulo con las aventuras y desventuras de Herodes, amigo de la infancia de
Claudio y personaje clave ya que su historia corre casi en paralela a la del
buen Claudio.
Después de contar las peripecias,
meteduras de gamba, picardías varias y finalmente buena fortuna del bueno de
Herodes, entramos de lleno en lo que fue el gobierno de Claudio, el emperador
tartaja.
Y tengo que decir que los
primeros capítulos son un pelín tostón, ya que todo transcurre de una forma más
o menos idílica, con nuestro emperador currando como se supone que debería de
hacerlo el Borbón, impartiendo justicia, buena administración y buen rollismo
allá por donde va, enamoradísimo de su joven y guapa esposa, y así el autor se
empecina en enseñarnos los entresijos del funcionamiento político,
administrativo y demás del imperio, lo cual esta muy bien, pero coño para eso
ya hay un millón de libros, que pueden explicarlo de una forma más densa y
aburrida, pero al fin y al cabo más profunda y científica. Afortunadamente esto
no dura mucho, y pronto estamos sumergidos en lo que importa: la sangre; así se
van sucediendo las guerras, intrigas palaciegas y lo que ello conlleva que es
lo que interesa al populacho del cual este lector es un buen retrato: la
violencia, los pedos y los eructos del emperador y sobretodo el sexo, argumento
central de esta segunda parte sin lugar a dudas, ya que nuestro pobre Claudio
que esta perdidamente enamorado de su esposa, no hace más que cazar moscas a
dos manos, mientras Mesalina se folla todo lo que mea de pie por Roma, así que
al final el pobre tiene unos cuernos que más que romano debería parecer vikingo.
Al final, su torpe esposa planea
una conjura contra Claudio, pero todos los conjurados terminan tan borrachos
que a nuestro anti-heroe no le resulta difícil desbaratarlo.
Y a partir de aquí poco más os
voy a contar, que estoy un poco cansado de escribir, la melancolía y la
resignación hacen mella en el prota, que traza un rocambolesco plan para que el
tarado de Nerón consiga terminar siendo emperador de Roma y así propiciar la
vuelta de la República; cosa que como todos sabemos no salio del todo bien.
Así que ya saben, corran, corran
a su librería de segunda mano favorita y seguro que por un precio irrisorio
disfruten de unas cuantas horas de placer, diversión y también reflexión sobre
lo estúpido que somos los seres humanos, sin importar género, edad o status
social; y si algún día tienen el placer de conocer a cierto encargado de cierto
bar de rock´n´roll, díganle de mi parte que no tiene ni puta idea, que estas
dos obras de Robert Graves son de lo más grande que ha parido la novela
histórica.
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