martes, 5 de noviembre de 2013

The London Punk Tapes (Jordi Valls/Vagina Dentata Organ, 2010)

A cualquier persona de bien que nos conozca, y sepa de la existencia de este blog, se le va a hacer muy dificil comprender porque, en algo más de año y medio, aún no hemos publicado ninguna colección de exabruptos sobre alguno de esos jugosos libros que versan sobre uno de los temas que más nos apasionan, y sin arrogancia, podemos decir que conocemos con detalle: El Punk. Yo sé la respuesta, o al menos la intuyo, pero no os la voy a dar, no vaya a ser que la registre la NSA (la americana, no la mostoleña) y utilicen nuestras debilidades para derrocar nuestro gobierno en la sombra. De todos modos, esta carencia esta a punto de ser solventada, gracias al amigo que me regaló este libro, y a una situación personal actual, en la que sobrevalorar cualquier material decente de lectura que caiga en mis manos, se convierte en cuestión capital para mi participación en este ciberespacio, patrocinador impertérrito y brazo sofisticado de ese programa radiofónico con el que soliamos entretener a gente inquieta, sagaz y apasionada.

El libro se define como un catálogo visual complementario al archivo de casettes que el autor plasmó, grabadora en mano, en el advenimiento del Punk, allá por el Londres del 76, y con el que más tarde se hizo una exposición multimedia, mezclando este material con los audios e imagineria punk varia. O algo asi, he entendido yo, pero que tampoco importa demasiado, no nos engañemos. Lo realmente importante, en mi opinión, es contar la historia de como unos chavales, con poca visión a largo plazo, irrumpieron violentamente en un escenario musical anquilosado, con sus instrumentos amenazantes. Y todo ello, usando como hilo conductor el exhaustivo listado de conciertos de los Sex Pistols (Hurra!), desde Noviembre de 1975 a la noche del Winterland, y las fotos de las citadas cintas, buena excusa para la obra, pero que se usa un poco sin medida, para mi gusto.

Dejando a un lado la parte visual del libro, que tira de muy buenas, y no muy trilladas, fotos de Salvador Costa o Ben Browton, entre otros, y de oportunos collages con recortes de prensa, cartelería o portadas de discos o fanzines de la época, lo que el ávido lector más apreciará son las entrevistas a las bandas que, si bien no fueron las únicas de entre las que más nombre cogieron (lease: ficharon por multinacionales), si fueron pioneras o anduvieron cerca. Deseo entender que esto obedece a que fueron las que el autor más circundaba, y no a intereses puramente comerciales, pero uno, buen conocedor de la historia oficial, hubiera deseado que se entrará en la historia de aquellas que no tuvieron la misma trascendencia. Como sea, el tema es que en esas entrevistas, extraidas de fanzines de la época, como Sniffin' Glue -el cual, debo confesar, que tengo, gracias a otro amigo (nótese la relación Punk-Amigos-Vida), por completar la lectura de su especial recopilación de todos sus números-, 48 Thrills o Jolt, se retratan bastante bien los grupos. Los Clash, como los revolucionarios adolescentes que eran; Damned, como unos tios con muy poca verguenza; Subway Sect, una de mis preferidas, como gente desenfadada y con una clarividencia política admirable; o Generation X, como aquellos que deseaban epatar con su rupturismo juvenil. También las Slits dejan unas pinceladas de su ideario. Supongo que más información puede encontrarse en los originales. Encuéntralos si tienes tiempo y dinero. También tienen su espacio La Banda Trapera, como precursores del Punk en Cataluña e, imagino, que por la misma afinidad del autor con ellos, aunque ya sabemos todos que, musicalmente, les va grande la etiqueta. Especial mención a las fotografías fantasmagóricas de Sid y Nancy, que aporta Silvia (Ultimo Resorte), que servidor no había visto nunca y que muestran, junto a los turbios hechos que acompañaron a su realización, el clima de tensión que se vivía en la época. Cierra el libro, una encíclica anti My Space de Marc Viaplana, dirigida a los punks de sólidos y arraigados valores antisistema. Pues vale.

En fin, un baño de rabia juvenil y derroche de energía musical, creatividad y transgresión, bajo la imageniería provocadora que suele acompañar al Punk y al autor, en general, que aunque desprenda ya, me temo, cierto aire de nostálgia naftalinesca (¿y yo de que me puedo quejar? Si, al menos musicalmente, sigo viviendo en aquellos maravillosos años...), bien podría servir de inspiración a la chavalería adocenada. Y aqui acabo, que paso de adoctrinar, y en cualquier momento, pueden empezar ya a salirme desvaríos de pureta resentido. Yo he disfrutado a tope de su lectura, o su visionado, como se prefiera, y añado más: se me ha hecho corta. Por lo visto por la red, pudiera ser que este hombre tenga escondido más material para el disfrute generalizado de los amantes del género. Deseamos ver.


El Lehendakari.

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