viernes, 9 de noviembre de 2012



“Ferragus, Jefe De Los Devorantes”, Honoré De Balzac.

Baroja decía, en un diario personal que narra algunos de sus años en París, que no había grandes novelistas en el siglo XX, y jugaba, deleitado, a imaginar al estremecido público francés que leía Ferragus, Jefe de los Devorantes, en sus lúgubres casas, pobremente alumbradas con lámparas aceitosas, un siglo antes. Algo estremecedor, ni lo duden. Para él, el género moría, pues no se conseguía crear lo necesario para dotar a la novela del misterio necesario que atrapa lectores.

Melancólicas y peliculeras impresiones aparte, Balzac está reconocido como puntilloso narrador de escenas cotidianas, y buen conocedor del alma humana y sus más recónditos recovecos. Es, como cualquiera, producto de su tiempo. Nacido tras la Revolución, y criado durante el Primer Imperio, con el ínclito Napoleón a la cabeza de una Francia ofensiva, guerrera, que conoció valores más románticos, heroicos e idealistas, los cuales echaría de menos, en posteriores tiempos de Restauración borbónica. Todo esto hizo mella en la vasta obra de Honoré, y la dotó de una belleza de forma y fondo, de una riqueza descriptiva y análisis social, que le entroncan con los naturalistas franceses, y con Zola, su representante más ilustre.

Primeramente, referir que esta novela es la primera parte de una trilogía llamada La Historia de los Trece”, junto con La Muchacha de los Ojos de Oro, y La Duquesa de Langeais. Es una obra breve, escrita en torno a 1830, que rebosa de amor profundo (y enfermizo, porque no decirlo) y palpitante, con unas amplias dosis de intriga.
Uno de los mayores puntos del libro es, sin duda, la capacidad de descripción que el autor tiene para presentar la ciudad de París al lector. Una ciudad analizada, a través de sus calles, sus edificios, su iluminación, y la condición de su gente, que sirve así mismo, como una soterrada crítica social, puesto que involucra tanto al burgués, como al cortesano, al estudiante como al burócrata. Aquí, Balzac, se recrea en desentrañar sus propias visiones de ese periodo histórico que atañe a Francia, desde la caída del “absolutismo” (1789) a la citada Restauración, con duras palabras para una sociedad sometida a unos cambios radicales, en corto espacio de tiempo.

Auguste de Maulincour, joven oficial de la Guardia Real, apasionado amante, sensible en extremo, y perseguidor infatigable de un amor puro, e inocente, se topa de bruces con una trama, que a todas luces le viene grande, tras los oscuros y equívocos pasos de Madame Clémence Jules, una delicada dama de la burguesía, sin pasado aparente, pero con un presente bien solidificado en brazos de su marido, Monsieur Jules Desmarets. Un matrimonio feliz, cuya existencia y razón de ser, es también pormenorizado por el autor con un deleite similar, a la disección que hace de las capacidades amatorias femeninas, y de las que salen levemente bien paradas, dicho sea de paso.
En todo esto, se mezcla un tipo misterioso, Ferragus. Procedente de oscuras y místicas sociedades secretas, manipulador extravagante, ilusionista de lo ambiguo, que se mueve como un fantasma por esas calles atiborradas de claroscuros. La imprudencia del militar precipita una cascada de hechos, imposible de frenar y que salpican a un leve elenco de personajes secundarios que desarrollan, a la vez, un retrato filosófico del pensamiento de la época.
Un final apocalíptico, impresionante, como una tormenta encerrado tras las grandes vidrieras góticas de la mismísima Notre-Dame, hacen de este libro una lectura muy recomendable.

Aún al final de la novela, hay espacio para la crítica mordaz e indeterminada, que tan bien sabe colocar el autor, entre el desarrollo de la acción:
“La legalidad constitucional y administrativa no da a luz nada; es un monstruo infecundo para los pueblos, los reyes, y para los intereses privados; pero los pueblos solo saben deletrear los principios escritos con sangre; ahora bien, las desgracias de la legalidad serán siempre pacificas. Aplastan a la nación, eso es todo.”

Pierre Caruty

No hay comentarios:

Publicar un comentario